Vida , Muerte y Sed Santos Porque Yo Soy Santo

sed santos porque yo soy santo

«Me seréis, ya que, beatos, por el hecho de que yo, el SEÑOR, soy santurrón, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos. «Pues yo soy el SEÑOR, que os he hecho subir de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios; seréis, ya que, santos por el hecho de que yo soy beato.» En consecuencia, ustedes se santificarán, y serán santurrones, por el hecho de que yo soy beato.

Con estas palabras que Dios dirige a Moisés se abre el relato de la coalición del monte Sinaí. Estas palabras muestran frente nuestra mirada una visión magnífica. Todo lo que Dios hizo hasta la actualidad – creación del mundo, Pascua, liberación de Egipto- todo tenía la intención precisa de detallar con el pueblo una coalición y realizar de él una nación santa.

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La candela, o el «pábilo vacilante», era para él su justicia. Un buen día apareció, en el horizonte de la vida de Pablo, el sol, el «Sol de justicia», y también en el instante su justicia le pareció «pérdida», «basura». Desde aquel momento por el momento no deseó ser hallado con su santidad, sino más bien con la de Cristo. Dios le logró experimentar, dramáticamente, lo que un día iba a predicar a todo el mundo. “Este llamado a la vida santa se basa en el hecho de que Dios mismo es santurrón.

Biblia Kadosh Israelita Mesiánica

Él llamado a la santidad fue dado primero a Adán V Eva. Nuestra aportación personal a la santidad es, más que nada, de orden negativo. No radica en añadir algo a la santidad de Cristo, sino más bien en remover los óbices que le impiden actuar en nosotros y manifestarse.

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Esto nos permite apreciar adecuadamente la raza humana que nos rodea. La mayoría de la multitud se queda en el primer nivel y no sospecha la presencia de un nivel superior de vida y de humanidad. Son los que se pasan la vida acumulando riquezas materiales, cultivando la hermosura física o el vigor y la salud del cuerpo. Según santa Teresa de Jesús, son los que continúan a lo largo de toda la vida en el primer piso delCastillo interior; o de las Moradas, es decir, en los establos, sin subir nunca a los pisos de arriba. Otros suponen que el valor supremo y el vértice de la verdad es la inteligencia y el genio. Aspiran a efectuarse en el campo de las letras, de las artes, del pensamiento.

Yo, el Señor, soy su Dios; ustedes, por consiguiente, tienen que santificarse y ser santurrones, pues yo soy santo; así que no se contaminen con ningún animal que se arrastre sobre la tierra. Yo, el Señor, soy vuestro Dios; vosotros, por tanto, debéis santificaros y ser santos, porque yo soy santo; conque no les contaminéis con ningún animal que se arrastre sobre la tierra. Así que ustedes no deben contaminarse por causa de algún insecto que se arrastre por el suelo.

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La santidad radica en nada menos que la conformidad con el carácter de Dios” (Jerry Bridges, En Pues de la Santidad, partido popular. 21-22). El hombre religioso en su naturaleza caída, busca y exalta únicamente el amor y la misericordia de Dios, pero muy generalmente evade referirse a la santidad y justicia del Señor. La Santificación por medio DE LA OBEDIENCIA A LOS MANDAMIENTOS no solo produce un acercamiento al Eterno sino más bien también crea en el pueblo santurrón un reflejo del Beato en este mundo. En el momento en que nosotros queremos ser santos en toda nuestra forma de vivir, El Nombre del Eterno es santificado en este mundo. «Pues yo soy el SEÑOR vuestro Dios. Por consiguiente, consagraos y sed santurrones, pues yo soy santurrón. No les contaminéis, ya que, con ningún animal que se arrastra sobre la tierra.

Es recurrente ver en la muralla de adelante, en el interior de los edificios de muchas iglesias, la frase favorita de los hombres que solamente predican acerca de un dios cuyos atributos no son todos iguales. Se puede leer de manera muy destacada «Dios es amor» y en la mayoría de los casos pasan por alto que a la misma altura de Su Amor divino están Su Santidad, Justicia, Soberanía, Inmutabilidad, Fidelidad, Ira, Omnisciencia, etcétera. Es importante, sin embargo, percatarnos desde el principio de una cosa. No se trata de añadir a la santidad recibida en el bautismo una santidad diversa que proviene de nosotros. Con nuestros esfuerzos no producimos la santidad; solo conservamos y desarrollamos la santidad que hemos recibido.

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La impresión mucho más estremecedora del profeta Isaías en la visión de la gloria de Dios fue la de su santidad, que los serafines proclamaban diciendo «santurrón, beato, santurrón es el Señor Dios del universo» . Comentando de santidad, la primera cosa que debemos aclarar es que es algo que existe. No es requisito, y no sería tampoco posible inventarla o crearla por nosotros. La santidad es un producto en el que absolutamente nadie puede escribir «producción propia».

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